miércoles, 18 de junio de 2008

No es así de fácil...

Me gusta cepillarme los dientes antes de sentarme a escribir. Ya estando en el baño también me lavo las manos y la cara. Luego, enjuago el jabón para dejarlo libre de pelos y de espuma mugrosa. Salgo con la cara empapada y dejo que la humedad se seque con el aire que me da en el camino hacia la habitación.
Por la abertura de la puerta se ve un resplandor azuloso. La computadora espera por mí y hace una clara invitación a entrar en ella, a desear la suavidad de su teclado, y me muestra, abierta como flor, la página del procesador de palabras, en blanco, siempre en blanco.
Incitante insinuación. Me gusta escribir oyendo música, para inspirarme, para dejarme llevar, sin embargo prefiero digitar sobre la televisión y el control del DVD, que hoy por la mañana dejé preparado con las canciones que me acompañaran en esta larga velada literaria. La música puede transportar las emociones de la manera más directa posible en el mundo y sensibilizar, aunque sea por un instante, hasta al más duro de los corazones.
Estando frente al teclado y con la música de fondo sonando a mis espaldas decido continuar con mi acostumbrado quehacer de morderme las uñas. La del dedo índice es siempre la más latosa, me gusta hacerle el acabado en punta; la prefiero por el reto que conlleva y porque es con la que más me entretengo.

La tranquilidad llega y con ella el recuento del día. La sensación del mordisqueo me produce hambre. Nunca tengo a la mano bocadillos ni siquiera un vaso con agua. Así es que, como todas las noches, tengo que bajar por los víveres. A veces el refrigerador está tan desordenado que es imposible no darse cuenta; hay cosas putrefactas y los frascos no están acomodados por tamaños, los moldes para hacer hielo están vacíos y en la puerta hay algunos limones en el lugar de los huevos.
La media noche apenas comienza. Para escribir con orden debe arreglarse el pensamiento y para que eso suceda hay que tener ordenado el entorno.
Dejó impecable el refrigerador antes de la una y media. Olvidé cenar pero el sonido de mis tripas me lo recuerda. Acabo de escombrar y eché a la basura toda la “utilería” que hacía parecer que el refrigerador se desbordaba de lo lleno. Por fin acabo y regreso al cuarto. La computadora sigue encendida y ahí sigue también la página en blanco…

Uno dividido = fatalidad

Estoy extasiada: Escucho música, sólo así es posible. Me gusta la comida chatarra, es más fácil estar de humor y terminar con todo, quiero decir, “pasa mejor y más rápido”. Es cómo el agua de sabor, siempre es más aceptable que la “natural”.

¿Por qué tender siempre hacia lo que no es puro? Como ese sonido de “obstacle 1” de Interpol, como esas letras caóticas, como las relaciones que establezco, como las cosas que pienso y las palabras que utilizo.

¿Cómo empezar a ser más transparente, al menos más clara de ideas? Como la gente de pueblo que dice todo de una manera tan sencilla que cada cosa se entiende perfectamente. Cuestión de ego. No lo sé con exactitud pero lo sospecho.

En la vida existe una línea, si uno avanza fuera de ella los problemas aparecen. Es como cambiar el destino. O al menos eso dijo un taxista.

Todo está conectado…interconectado…desde dentro...siempre. Todos, todo. Ya lo cantaba Cobain en los años noventa: "All in all is all we are..."

Casi todos sabemos querer...

pero pocos sabemos amar, es que amar y querer no es igual, amar es sufrir querer es gozar. El que ama pretende seguir, el que ama su vida la da, y el que quiere pretende vivir y nunca sufrir y nunca sufrir. El que ama no puede pensar todo lo da todo lo da, el que quiere pretende olvidar y nunca llorar y nunca llorar. El querer pronto puede acabar, el amor no conoce el final, es que todos sabemos querer pero pocos sabemos amar.
El amar es el cielo y la luz, el amar es total plenitud, es el mar que no tiene final es la gloria y la paz, es la gloria y la paz.
El querer es la carne y la flor es buscar el oscuro rincon, es morder arañar y besar es deseo fugaz, es deseo fugaz.
El que ama no puede pensar todo lo da todo lo da, el que quiere pretende olvidar y nunca llorar y nunca llorar el querer pronto puede acabar, el amor no conoce el final, es que todos sabemos querer pero pocos sabemos amar...

El Taller de Shelley...

Hace unos minutos encontré este poema de un escritor que da un taller de poesía en C.U. y fue mi maestro durante 1 semestre hace como 4 años.. Me cayó en gracia encontrar este escrito pues me hizo recordar cómo el siempre nos hacía menos a todos, escribieramos lo que fuera... logrando así reducir su grupo a 1 alumno, osea yo. ("A mí dígame pendeja si quiere, las palabras no me dan miedo"... eso es lo que yo pensaba mientras el se ponía a veces a leer en voz presuntuosamente alta un muy mal francés...)

Aquí su texto:


Aviso

Se solicita un patio
con macetas rojas
y vaho de ladrillo recién regado.
Árboles de altura
con pájaros silvestres
que hagan su ritual de baño
y desayuno
en una fuente de labra sencilla
que enmohezca a ritmo su apacible trazo.
Un hogar se solicita.
De cancel abierto.

Jaime Augusto Shelley

Conociendo a Macedonio...


(Buenos Aires, 1 de junio 1874 - 10 de febrero de 1952). Escritor argentino, autor de una obra sumamente original y compleja, que incluye novelas, cuentos, poemas, artículos periodísticos y textos de naturaleza inclasificable.



Hay un Morir

No me lleves a sombras de la muerte
Adonde se hará sombra mi vida,
Donde sólo se vive el haber sido.
No quiero el vivir del recuerdo.
Dame otros días como éstos de la vida.
Oh no tan pronto hagas
De mí un ausente
Y el ausente de mí.
¡Que no te lleves mi Hoy!
Quisiera estarme todavía en mí.
Hay un morir si de unos ojos
Se voltea la mirada de amor
Y queda sólo el mirar del vivir
Es el mirar de sombras de la Muerte.
No es Muerte la libadora de mejillas,
Esto es Muerte.
Olvido en ojos mirantes.

Macedonio Fernández

Historias de un pornógrafo cibernáuta

(Si tu mamá ya te dijo que apagues la compu y sólo te quedan 2 minutos disponibles puedes leer la micro síntesis en morado)



1969, año cero. La nueva dirección de María. Mi amiga, la de los tacos. Congreso de Visionarios. Vida de casado. El destello en el espejo. La gente de látex. Jackie, la ardiente. El lafrón de los sueños. Mamis malas. Cada miércoles Violeta. La ofensiva navideña. La piedra en el pozo sin fondo. Yokohama Bar.


Naief Yehya es uno de los pocos escritores de nuestro país que tiene las agallas, para incursionar en un género tan sórdido como el llamado realismo sucio, y la habilidad para salir limpio al final. Valiéndose de un gran talento y un carisma muy particular, lleno de humor negro e ironías, logra una combinación afortunada entre este estilo, la ciencia-ficción y la pornografía. Esto, indudablemente, le da un carácter único dentro de la narrativa mexicana y lo hace destacar entre los escritores nacidos en los sesentas.

En Historias de mujeres malas se tiene la impresión de reconocer al mismo protagonista y narrador en todos los cuentos, a pesar de que se trata de distintos personajes. No sabemos si es un recurso intencional o no. Tal vez porque en nuestros tiempos el ser humano se encuentra estandarizado e inmerso en un sistema consumista, la personalidad de un hombre citadino se iguala a la del resto de sus contemporáneos, en prácticamente todos los cuentos que componen este libro aparece un hombre enajenado, sumamente manipulable, que se deja llevar por las circunstancias hostiles, sin intentar modificarlas.

Los relatos están situados en la actualidad, en esta era visual y tecnológica que nos envuelve a todos, donde cada vez estamos más expuestos y susceptibles a las influencias de los talkshows, del cine hollywoodense y la internet, que de alguna manera lesionan la convivencia familiar y han contribuido a una crisis de valores en la sociedad; dejando como consecuencia seres educados por la televisión y los demás medios masivos, que al no conseguir lo que la publicidad ofrece acumulan insatisfacción, hastío, vacío espiritual e incluso patologías.

Los personajes se caracterizan por ser egoístas, irresponsables, violentos, irreflexivos, indiferentes y ansiosos de reconocimiento. En ninguno hay valores ni virtudes que elogiar o seguir, ya que el autor no pretende aleccionar a los lectores ni convencerlos de nada.

Los temas principales son el fin de la humanidad, la cibernética, la prostitución, la criminalidad, las distintas orientaciones sexuales, el miedo a la muerte y a la intrascendencia; todo escrito con un estilo conciso, amoral y visto desde las perspectivas de la víctima y el victimario.

Algunas historias tienen un escenario Apocalíptico, en las cuales se percibe cercano el fin de la humanidad y con ello la necesidad desesperada de creer en algo, lo que degenera en un cúmulo de creencias extravagantes que van desde las sectas y nuevas religiones, pasando por los extraterrestres, hasta la obsesión por la persona que se desea. El resto de los ambientes son oscuros, pesados, nauseabundos.

Existe una extraordinaria verosimilitud en las historias, aunque en otros tiempos hubiera parecido descabellado pensar en gente de látex, en matrimonios express por televisión o en un congreso de personas que antaño hubieran ido a la hoguera o al manicomio. Vivimos una época en la que los avances tecnológicos se encargan de hacer factible lo antes impensado. Como los lectores estamos bajo ese influjo y estamos familiarizados con ese ambiente, aunque sea por medio de imágenes cinematográficas, es posible pensar que lo descrito está por suceder, en algún lugar del mundo, en cualquier bar.

Naief, desde una perspectiva claramente masculina, refleja con ironía y sarcasmo, no el trayecto de esta crisis, sino el resultado: la deshumanización, el aparente sin sentido de la vida y el lado perverso del hombre.

En el año 2001, Yehya presentó su primer libro de cuentos, que ha resultado más atractivo que sus tres novelas anteriores, en el que desarrolla sus mayores inquietudes –también presentes en su ensayo El cuerpo trasformado– como la cibernética, la influencia negativa de los medios masivos de comunicación y por supuesto, la pornografía. El valor esencial de esta obra recae en la manera en que describe las conductas y problemáticas del hombre posmoderno que además de estar enajenado y espiritualmente corrompido, continúa eligiendo el camino egoísta

Naief Yehya Historias de mujeres malas México Plaza y Janés 2001

Ayer / Pasado mañana

Tomo clases de guitarra para que mis dedos aprendan a sentir cosas nuevas, para volverlos más sensibles, más hábiles y fuertes. Apenas puedo salgo a caminar para que mis pies reconozcan caminos inesperados y sepan encontrar el norte y el oeste. He vuelto a encender el televisor para entender imagenes efímeras, comprender que algunas se repiten y otras a veces no vuelven jamás. Intento cocinar de nuevo para apreciar el olor de la cebolla y recordar que los cuchillos sin filo aunque no son capaces de cortar, lastiman.

Dos escritos que Shelley mandó a la burger

1. Dummy

Empiezo el día acariciando la dureza de tus senos.
Deslizo entre ellos el índice impaciente.
Adormilado, paso sobre tu hombro,
froto tu espalda y se avivan mis sentidos.

Incluso el dorso de mi mano busca tu materia seductora,
y ansía el encuentro con tu cara, para dibujar en el aire
las cejas que enmarcan tu mirada fija y penetrante.

Es capricho saber de ti con toda la epidermis;
registrar en la memoria cada plano, cada forma
que compone a tu armonía,
y advertir el trayecto desde la sien hasta el tobillo.

Se me antoja calcular la densidad
de la sangre inmóvil que te invento.
Y con las artes de la alquimia,
llenarte de vida con la pasión que en mí
contiene la energía de los soles.

Y rasguñarte los muslos a conciencia.
Para dejar en ti un camino de signos purpúreos
como artificio detonante de los líquidos volcánicos.

Entreveo tu desnudez antes de provocarla,
y en el impulso de mi apetencia,
recuerdo tu humedad balsámica,
que en sueños me asecha.

Al anochecer me encuentro entre vaporosas sombras,
confundido,
derrotado
en mi fallida búsqueda del amor
en las cosas inertes...



2. Através del otoño

A través del otoño vivo,
en sueños vespertinos
donde el viento evapora
un manantial de agua pálida
convitiéndolo en sequía.

Del desierto brota el ramaje de un árbol
que me alcanza y se adhiere a mi cuerpo,
y un mar:
cristal de veneno, espejo de humedad...

Entonces recuerdo la lluvia fugitiva
que cautiva en el estanque
…cautiva…
y el viento a las hojas
y las hojas descienden al agua soleada,
agitándola… apenas.

Mas retumban los ecos de mi vida
y las sombras se alargan:
el tiempo transcurre,
y nada...

Entre escombros
se abren mis ojos doloridos.
Despierto en un atardecer caliente
con olor a madera quemada
y cenizas...