jueves, 26 de marzo de 2009

Una cierta melodía

El caer de los dedos sobre un teclado de computadora lleva implícita una cierta melodía, cambiante, siempre nueva. En un cibercafé esa musicalidad se intensifica en ritmo y volumen. Ahora esa pieza me deja navegar en los recuerdos de este día. Vuelvo a pensar que de veras me cayó mal el cortecito esponjado del perro french blanco que me ví antes de entrar aquí a escribir que también me pude haber puesto de malas por los cincuenta y tantos minutos de venir oyendo desde atrás de mi cabeza al caballero con audífonos que masticó chicle de plátano de Revolución a Acueducto al estilo tortillerezco. De ahí en fuera todo marchó bien si no contamos con que en la biblioteca Vasconcelos restringieron el uso del bendito messenger y me quedé no más con el gusto de haber saludado a los vigilantes de la entrada, que por cierto, ya conocen el rechinido de unos zapatos cafés que a veces me pongo cuando no me pongo los otros. Y qué tal que descrubrí que soy histérica y que a lo mejor es mi pecado recurrente, aunque hay quienes usan el término para autodescribirse y yo como que me avergüenzo aunque ahorita sin querer ya me di cuenta que esta música de las compus es curativa y bien milagrosa.